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Amigas de madre y demás deliciosos seres…


Tengo una amiga, tengo una amiga, que su marido se queda mucho en casa, el pobrecito, está malito, no tiene fuerzas por eso no trabaja; y así mi amiga, cada mañana, madruga mucho y se marcha a la oficina, pero una tarde que se encuentra mal, regresa pronto para descansar…

Tengo otra amiga, bien guardadita en el cajón de los tesoros desde tiempos inmemoriales, que no quiere ni oír hablar de tener hijos. Es la tía perpetua. La que malcría. Y la que por norma general te invita a estrambóticos planes como viajar a Ibiza un jueves para tomar un té con menta, asegurándote que el viernes a primera hora estarás en Madrid lista para fichar.  Luego se queja de que le duelen las cervicales. No te van a doler, criatura…

Tengo otra amiga que cuando se acicala cada mañana frente al espejo antes de ir a trabajar, se peina meticulosamente las cejas con el cepillo de dientes de su marido. Extraña costumbre, pensarán ustedes, pero ruego confidencialidad porque a día de hoy él ni siquiera lo sospecha. Y si lo sospechara, le daría igual. Él la adora porque, a pesar de que confunda los peines, ella es altamente adorable.

Tengo otra amiga gemela desde la extinta EGB que practica puenting y también rafting, parking, lifting, jogging, camping y marketing, y que ahora mismo lucha contra el feroz mobbing que unos extraños duendes cojoneros le están haciendo padecer en el trabajo. Ella aguanta el tirón e intenta ser feliz entre tanta gente fea. Es fuerte para aguantar eso y mucho más. Yo lo sé. Y quiero que ella también lo sepa.

Tengo otra amiga a la que le gusta la cerveza y los combinaos casi tanto como a mí y siempre responde presurosa a unas cañas improvisadas cuando las circunstancias nos lo permiten. Aparece como un soplo de aire fresco, te desparasita la mente y vuelve a desaparecer durante días hasta que vuelves a necesitar terapia. A veces me llama chatunga y me descoloca un poco, pero por lo demás es perfecta.

Tengo otra amiga que tiene una flauta y nació por la zona de Hamelín. Vive con tal pasión todo lo que hace que todas acabamos siguiéndola de una forma u otra. Por su culpa me apunté a un cursillo de mandarín el verano pasado y a punto estuve de hacerme un maquillaje permanente de pestañas en tonos tierra, porque según ella estaba muy de moda y yo hago caso de todo lo que me dice.

Tengo otra amiga que hace tatuajes. En forma de frases. Siempre tiene la frase perfecta para el momento perfecto. Frases que se te quedan grabadas como a fuego en algún lugar oculto entre el estómago y el cerebelo y que en momentos de crisis siempre puedes volver a leer para no ahogarte.

Tengo una amiga que tiene barba y, aparte de que hacemos pis en puertas diferentes, poco más nos diferencia. Hasta nos gustan los mismos hombres. Es una deslenguada y siempre me dice lo que no quiero oír, será por eso que la quiero tanto.

Tengo otra amiga que habla mucho y muy rápido. Siempre pierde el móvil y siempre le roban el bolso cada vez que salimos. A veces se le rompe un tacón tropezando en plena calle y cuando queremos darnos cuenta se ha caído en una zanja. Nosotras la levantamos con mimo del suelo, le quitamos las pajitas del pelo y la echamos de nuevo a andar. Ideal para viajar a climas húmedos porque siempre le pican a ella todos los mosquitos. Es el típico espíritu etéreo que entra en una estación de servicio, abona el repostaje en la caja de prepago, compra unos Bocabits, se mete en el coche y vuelve a su casa sin llenar el depósito. Adorable. Todos deberíamos tener una como ella en la mesita de noche.

Tengo otra amiga que tiene cien hijos y se organiza mejor que mi prima Pili la soltera. No para de hacer planes, de organizar fiestas, de apuntarse a cursos. Y para colmo tiene la tripa plana. Es mi ídola y es de otro planeta, con total seguridad.

Tengo otra amiga que siempre huele a jabón. Un día la vi bajar de un taxi con unas maxigafas y un ramo de girasoles en la mano y pensé que en un descuido me había colado entre las páginas centrales del Vogue. Está perfecta hasta en pijama y con una tira de cera sobre el bigote, Lamuy. Tanto si necesitas un vestido para una boda como una boda en sí misma, sabes que siempre puedes contar con ella.

Tengo otra amiga que son dos amigas, que en realidad son hermanas y mías para más señas. Por misteriosos motivos que sólo pueden explicarse por el hecho de compartir genes y cuarto de baño durante años, somos capaces de arañarnos la cara y tomarnos un par de tintos instantes después.

Amigas nuevas, viejas amigas, amigas tan ricas que hacen que te chupes los dedos cuando cocinan y cuando no, amigas virtuales que llegaron para quedarse, amigas que un día se jubilaron pero que seguro reaparecerán como Ortega Cano… Huelga decir que en esta historieta inconexa son todas las que están pero de ninguna manera están todas las que deberían. La vida me ha tratado bien en lo que seres amistosos se refiere y de alguna forma pública debía agradecérselo. Hasta ayer sopesaba la posibilidad de alquilar un globo y tirar octavillas por la calle con mensajes de amor impresos, pero creo que de esta forma queda algo más cuco. Gracias, guapas, por todos los cachitos de vosotras mismas que cada día me regaláis. Si los junto todos y pongo una peluca en la cima, el resultado es lo que veo cada mañana en el espejo. Y casi siempre me gusta, oyess.

Muerte por chocolate para cinco

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